Halloween me empuja la ansiedad a hablar sin recovecos en el alma, vestida de tules blancos que se transforman en niebla flotándome distancias entre bocanadas frescas de lo que soy y cálidos alientos soplando desde mis pertenencias.
Ahí, mi ansiedad se torna en certeza. Ahí, alcanzo al menos por un instante el hogar perenne. Ahí, mi ansiedad se alimenta de la potencia del desgarre que se convierte en brisa para abrir caminos que devuelven horizonte a la vida.
Esa es sólo una partecita, la más profunda de mí misma que me lleva a ser y estar donde soy.
Es en esta ansiedad que respira con la naturaleza de la existencia cuando mis sensaciones reaccionan a lo que más tarde será una nueva transformación solar.
Pero antes de eso hay otras, desencadenadas al igual que la lumbre ensayando sombras en su entorno hasta distraer a la oscuridad para que no se mire.
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La Noche de Brujas me estalla la satisfacción durante el reencuentro, que bajo el disfraz bailan ecos diciendo a todas que a pesar de inquisiciones seguimos siendo el hechizo de la vida.
Y las irreverencias cruzando ‘lo prohibido’ para ser todo aquello que mal se ha llamado ‘el mal’ y que se utiliza para avivar miedos de papel de manera que nadie se atreva a ser en su totalidad.
Malas noticias. La gente disfruta siendo ‘lo que no se debe ser’y las hogueras se prenden con otros propósitos.
Así también me he sentido mirando cómo Harry Potter calaba y cala en lugares inimaginables despertando en lo ‘prohibido’ algo familiar.
¿Cómo dijo? Ah sí, el mercadeo tuvo mucho que ver, como también en El Código Da Vinci o El Símbolo Perdido; pero esta mirada va al después del mercadeo, a pesar de éste y por encima de la ‘prohibición’: la posibilidad de encontrar nuevamente lo que se perdió en medio de la sordera provocada.
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Otras ansiedades me produce Halloween. Éstas, se me atraviesan en el esófago del no-entendimiento. Otros convenientemente se hacen los des-entendidos.
En la noche de Halloween me encontré muchas avenidas orbitando, repletas de peregrinos corriendo desesperados a buscar su dósis, los rostros desorbitados de emoción como si fueran a saciar una sed sobrenatural.
Y solamente iban en busca de miedo, sí miedo, en sus dos consonantes y tres vocales y sus interminables estruendos de lata.
Allí en la oscuridad de la noche, sus sombras atraviesan como colmenas ciegas dirigiéndose a la voracidad del control tal cual si fuese un placer… des-entendimiento.
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Vivo también en ‘Halloween’ los aromas de una flor artificial que jamás conocerá la humedad de sus raíces. De esas ansiedades y las desvinculadoras, después de recuperar el aliento…
(continuará…)
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…y continuó:
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